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Crónicas poliamorosas (4)

Hace dos años

Cuando volví de Sao Paulo, esta ciudad me pareció pequeña y vieja. Sabía bien que regresaba a uno de mis hogares y me alegraba saber que volvía a ver a mi cómplice-amoroso. Pero en medio de nuestra felicidad, sufría un poco una parte de mí, sufría una pena de amor: se llamaba M. y era irlandesa.
Compartí muchos de los momentos vividos y aprendidos en ese viaje con mi cómplice.
Día tras día, continuamos amándonos y construyendo nuevos modos de intimidad y sexualidad compartida. Mi cómplice me acogió en mi desamor y también me abrió un descampado para dormir las siestas del amor no correspondido. Me ayudó incluso a redactar mentalmente la carta que hubiera deseado enviarle, si ella hubiese querido invitarme a una estadía en su vida:
"Cariño, me voy a Belfast a pasar una temporada con una nueva amiga-amante. Debo vivir esto ahora. Será una aventura para todxs. Sé que comprenderás todo cuando me leas. Regresaré en un mes a lo sumo a Buenos Aires. Te amo y deseo! Riega las plantas porfavor. Te llamo apenas pise suelo europeo para oirte y saber cómo estás, tu amor-libre. Carla".
Estas letras no pudieron escribirse más que en mi fantasía... me duró algunos meses la herida, más de lo que suponía. Pero si bien mi corazón había sido podado a machetazo imprevisto por un lado... del otro lado se dejaba acariciar con un viento tibio que le alentaba a seguir bombeando. Cuán grande y plancentero podría haber sido el romance/amor con la irlandesa nunca lo sabré, pero cuán gozoso y libre podía ser nuestro amor/romance con C., fue algo que descubrimos esa temporada, hace dos años ya.
Imagen: Georgia O'Keefe

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