Ir al contenido principal

Tropezar con una misma

De una dentada arranqué a ese animal mítico que habitaba en mí.
Fue tanta la luz que entró
que por un momento creí ver sólo un gran vacío,
pero silueta, polvo y materia
se irguieron los episodios que me habían nutrido desde semilla.
Y parecían de pronto, todos imbricados con cada sonrisa reciente
con cada respiro de alivio
con cada abrazo al enigma.

El animal mítico, tapón de las heridas
me había ocultado la vigorosa presencia de muchas rasgaduras juntas.

Arranqué esa humedad de mí  y tropecé a carcajadas
con un antigua foto, con frases repartidas en papeles diminutos
con aullidos, piedrecillas, amantes y familiares
que me susurraban el nombre
que cada una de ellas y ellos me habían dado
y me reconocí en cada uno
me nombré con un suspiro
caía,  había tropezado con restos de energías, de tejidos colectivos
caía, pero caía riendo porque reconocía esa montaña que manaba de mí.
Cuando la vi desde abajo sentí que me brotaba del pecho, el vientre y las orejas.

Ese lagarto inmenso me despejó la nuca con su partida,
para comprender en qué punto de mí  me encontraba parada.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Diario anacrónico (MaternidadYTiempoOtro)

agosto/2016 He escrito en mi mente cada día desde que Emma nació. Me he propuesto recordar... El deslumbramiento es cotidiano, a veces temo que ciertas vivencias se desvanezcan o guarden muy atrás. A veces siento que tiene que ser así para seguir abrazando el presente con intensidad. Escribo para encontrarme conmigo misma en el futuro. Escribo para visitar a la que fui y voy siendo. Escribo para explorarnos, todas las veces necesarias.

Antología Cuentos de amor lésbico

Mi  cuento Esas Cosas, fue seleccionado para la Antología de Cuentos de Amor lésbico, publicado por Domo ediciones

Postales interpersonales: Todas las casas imaginables

¿Será que el exilio de mis padres se me imprimió en el cuerpo y la nostalgia es ahora como un pulmón? ¿o es más bien como un sentimiento aprendido en el origen de mí misma, como el amor a mis hermanos? Para mí extrañar es algo normal, casi parte del amor y la vida. Extrañar jamás significa atar o regresar, sino saber rastrearse, vivir el día sin contárselo todo cuando hay reencuentros y amar así; sabiendo que cada quien debe descubrir sus caminos y proyectos a machetazo limpio, con valentía y sobre todo sin retroceder aunque llorando a veces, ¿de qué otro modo crecer? Así fue como desde pequeña me incliné por vivir medio agitanada, con un bolso presto para campamentos y para alojar en todas las casas imaginables -siempre me acompañó esa fascinación absoluta por conocer cómo vivían los demás-. Me quedaba a dormir donde mis amigas de la escuela y más de alguna vez alguien me preguntó mientras tomábamos once “Y no echa de menos?”. Yo no entendía bien el sentido de la pregunta, por